Wednesday, October 15, 2008

Reviviendo

Paradójicamente, se me da por regresar a los brazos de mi blog en la estación en la que todo a mi alrededor se marchita, presintiendo el invierno que se avecina. Sí, finalmente, el tan mentado y temido invierno canadiense. Que si bien no llega aun, ya tengo relativamente planeado, como le comentaba a un amigo. La pregunta fue, ¿Qué vas a hacer en invierno?

“Ver nevar. Emocionarme con la primera nevada. Salir a jugar como una niña de cinco años. Luego, al borde de la hipotermia, meterme a la casa. Convertirme en un ratón de biblioteca. Salir una vez al día cuatro veces por semana al frío irreal de Toronto y a la nieve lodosa, salada y a medio derretir que quede en el piso para llegar a mis clases, vestida para sobrevivir una tormenta en el Ártico, maldiciendo el momento en el que decidí mudarme a estas latitudes, y rezando por temperaturas por encima de cero. Y así sucesivamente.”


Curioso como la palabra “invierno” es tan parecida a “infierno”. En fin, mientras tanto, que aún no llega, a disfrutar el otoño. Los árboles cambian de color de forma maravillosa. Siendo todo tan nuevo, es casi imposible no sentirse maravillado, aunque sea en el fondo su lenta muerte temporal. Vaya espectáculo para morirse…

Y en una nota especial, comparto una foto que muestra que hasta los insectos aquí son más artísticos que en casa. Foto que dedico a todos mis musicófilos selectos, desde el Maestro Reaño con sus tangos y canciones europeas, hasta Michel, con alma Indie de rock ‘n roll. Sin dejar de lado a Jesús y su música electrónica, a Ximena, hermana en las Jamiroqueadas y jazzista excepcional, y a mi propio hermano, que descubre paso a paso el proceso de hacer música. Me quedo corta, pero a todos ustedes un abrazo lleno de sol (en claves) y la tonada que venga al caso.