Wednesday, April 15, 2009

In Bloom

Una mañana hace un par de semanas, el jardín de mi casa se vio envuelto por completo en un manto inmaculadamente blanco. Demonios, pensé, estamos en abril y ahora esto.

Aurora, a unos 45 minutos de Toronto cuando el tránsito no esta muy pesado, recibe por lo general bastante más nieve que el resto de la ciudad por encontrarse más al norte: en estas latitudes cada metro cuenta. Y no me disgusta la nieve, a pesar de todas las predicciones pesimistas de que acabaría odiándola en cuestión de un invierno. Lo que me disgustó fue el destiempo nauseabundo con el que hizo su última aparición, con algo de suerte la última de la temporada. Cualquiera pensaría que una vez entrada la primavera, es cuestión de empacar las botas de nieve y desempolvar las casacas más ligeras. Ni por asomo. La única certeza aquí es que con la nieve nunca se sabe. Y yo lo sabía. Solo que no pensé que fuera a ocurrir. Sobretodo con el todo el tiempo que tomó que se derritiera toda la nieve del invierno.

La noche anterior a la nevada, sin embargo, encontré con la primavera un nuevo objeto de mi afecto a quien proporcionarle todo mi cariño. Está aquí a mi lado mientras dibujo torpemente estos pensamientos con el teclado, y sonríe imperceptiblemente con cada uno de sus incipientes dieciocho… capullos. Sucedió que durante una rutinaria visita al supermercado, pasamos por la sección de jardinería, repleta de flores. Entre los adorables tulipanes, narcisos y las imponentes orquídeas, encontré… geranios. Diminutos. Recordé Lima, llena de ellos, y recordé también que si permanecen dentro de casa durante el invierno, seguirán floreciendo. No lo dude ni un momento y tomé con cuidado el que esta ahora en mi ventana apenas vi los capullos. Ahora el primero de ellos esta empezando a florecer lentamente, el carmesí de sus pétalos completamente visible, acompañando al junco unicornio que aviva mi cuarto desde el invierno.


Ya llevo en estas latitudes casi un año, y es la segunda primavera que me toca observar. Luego del invierno, el comentario de que “las primaveras aquí son más frías que los inviernos en casa” se va desdibujando: en casa no hay inviernos. Pero el invierno mismo se desdibuja ante el recuerdo de mayo, junio, julio y agosto, los meses maravillosos en los que esta ciudad florece bajo el sol, los que observaron mis primeros pasos en esta ciudad, a veces torpes, a veces tropiezos con todo el rigor de la palabra, pero por sobre todo zancadas animosas llenas de novedad. Aquí viene de nuevo la luz que florece. Yo y mi geranio estamos listos, esperando que llegue sin más nieve de por medio.

Sunday, April 5, 2009

Y si manda el marinero?

A veces, cuando parece que se anda sin rumbo, una tonada familiar puede servir de guía.

La promesa: nunca olvidar, nunca olvidar...


[Con el crudo en las bodegas volveré a buscar todo el tiempo vivido que hemos perdido sin protestar. Voy a probar primero al olvido, a lo ajeno. Voy a pasar a retiro de un tiro el culpable de mi soledad. No sé que quiero, pero sé lo que no quiero. Sé lo que no quiero, y no lo puedo evitar. Puedo seguir escapando y aún lo estoy pensando, lo estoy pensando pero estoy cansado de pensar. El marinero del río no tiene calor ni frío. La ciudad no tiene puerto y se siente muy vacío. Últimamente ha perdido su capacidad de sorpresa: en un vaso de cerveza caliente fue que se la olvidó. Quiero elegir del mapa un lugar sin nombre a donde ir: será el lugar donde viva lo que quede por vivir. Por eso de cada viaje me traigo el equipaje perdido; por eso es que he decidido nunca olvidar, nunca olvidar. No sé que quiero, pero sé lo que no quiero. Sé lo que no quiero, y no lo puedo evitar. Puedo seguir escapando y aún lo estoy pensando, lo estoy pensando pero estoy cansado de pensar. No sé lo que tengo pero sé lo que no tengo; sé lo que no tengo porque no lo puedo comprar. Puedo seguir cantando pero sigo esperando, sigo esperando pero estoy cansado de esperar. No sé que quiero, pero sé lo que no quiero. Sé lo que no quiero, y no lo puedo evitar. Puedo seguir escapando y aún lo estoy pensando, lo estoy pensando pero estoy cansado de pensar.]

Saturday, April 4, 2009

***


Me traicionaron mis pasos
y las aves de escarcha, migratorias
y torpes. Y efímeras, por sobre todo. Me llamaron
al viento, al constante vaivén de la rueda del cambio,
a ver nacer lo nuevo. No hubo preguntas; no habría
respuestas. Mas con el tiempo no fue el vértigo
en la garganta lo que me hizo notar
lo que faltaba, ni su suspiro
a viva voz, ni el escalofrío de mis ojos. Fue no sentir
mis latidos lo que me dijo
que había pagado el viaje con el corazón
como peaje.

Sin deshacer mis pasos sigo mi curso como las aves. Y con las aves, como yo, de escarcha.