Thursday, March 25, 2010

Un tren vacío.

Un tren vacío se arrastra a su hogar en Union Station.
El tono verde de sus ventanas le da a su interior el aspecto triste de un acuario desierto. Se mueve lentamente, casi con resignación, como acostumbrado al abandono constante de miríadas de pasajeros que sin pensar se apresuran para entrar y salir de sus entrañas iluminadas por fluorescentes, como una ballena solitaria escupiendo rutinariamente a cientos de Jonases. Es una noche fresca y clara, con nítidos puntos de luz aquí y allá coronados por una luna sonriente y distante, y el tren rezuma soledad. Vacio. El calor innato de las estrellas está demasiado lejos para ser un consuelo. Indiferente a la primavera incipiente, el tren blanco y verde ingresa a la estación con el empuje de un cuchillo regresando a su funda, y con esa misma determinación desaparece de mi vista mientras abordo un autobús oscuro, donde el abrazo de la penumbra se me hace a mí mucho más acogedor.

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